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Aunque sea algo que nos pase desapercibido, en la mayoría de las ocasiones proyectamos emociones tóxicas heredadas de nuestro entorno familiar que arrastramos desde nuestra infancia sobre la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás.

Los celos se gestan a edad muy temprana, cuando los padres muestran afecto entre sí o para otro niño. El niño pequeño quiere aferrarse a sus padres porque teme perder su afecto y/o reconocimiento, y para ello hará lo que sea para complacerles y contar con su aprobación.

En ese momento, el niño pequeño pone su atención en el exterior y deja de conectar con sus propias emociones. Paulatinamente esa desconexión será más y más grande llegando a una edad adulta totalmente disociado de su ser interno.

Los celos son la incapacidad de expresar nuestro potencial afectivo interno con nuestra pareja, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros padres y hermanos/as, etc. Eso nos lleva a tener miedo a perder su afecto y reconocimiento.

A la persona celosa lo que le ocurre es que no se quiere a sí misma y por eso piensa que la pareja encontrará fácilmente alguien mejor, los amigos dejarán de contar con él o ella, los compañeros de trabajo o su jefe le dejarán de lado, sus padres preferirán a su hermano/a y no tomarán en serio sus puntos de vista, etc.

También en los celos se manifiesta una parte dictatorial, la de querer que las cosas sean como uno quiere que sean.

Los celos propios y ajenos también hay que tomárselos como un aprendizaje y no como una situación de angustia. El que tiene celos tendrá que aprender qué esconde ese comportamiento, y el que es objeto de los celos tendrá que aprender a marcar los límites y a no entrar en ese juego. Tanto la emoción como el sentimiento provienen de la inmadurez, consecuencia de una falta de educación emocional.

«Los celos son una oportunidad para hacer un cambio en tu vida»

PRIMER PASO: El conflicto
Muchas veces existe tanta tensión interna que no se puede soportar más la situación y se estalla. La persona celosa necesita reconocer con humildad y sin juicios que el problema existe y realizar un compromiso personal de afrontar el problema para liberarse de esa emoción que boicotea constantemente su vida y sus relaciones personales.

Tanto si la persona es o no consciente, debe recibir ayuda para poder gestionarlos y liberarlos.

SEGUNDO PASO: La culpabilidad
Existen muchas influencias culturales y religiosas que refuerzan el sentimiento de culpa en nuestra sociedad pero ese no es el camino para liberarnos de la carga de los celos y lo único que consiguen es reafirmar la desconexión con uno mismo. Se trata de asumir la responsabilidad de nuestro comportamiento sin excusas y con verdadera determinación.

TERCER PASO: La comprensión
En este proceso, la persona va a poder llegar a la raíz de sus celos y poder trabajar sobre sus carencias e inseguridades (se recomienda solicitar la ayuda de un terapeuta).

Cuando una persona ya de adulta, por su nivel de aprendizaje y evolutivo, se convierte en observadora de su reacción con el hermano, su pareja, etc., esta nueva perspectiva le permitirá ver toda la acción en su contexto.

Al salir de sí mismo y al no sentirse implicado (actitud de observación) será capaz de ser consciente de todo el proceso, desde la contención emocional de celos hasta su expresión de rabia.

Desde mi punto de vista, es indispensable trabajar nuestro niño interior a nivel individual para aprender qué esconde esta carencia y para darnos el amor que en su momento nos fue negado.

CUARTO PASO: El aprendizaje
La neutralidad ante la situación permite el aprendizaje y es por ello que debemos ser capaces de convertirnos en observadores de nuestras actitudes. No solo es posible, sino altamente recomendable realizar esta práctica diariamente, sin esperar nada: únicamente observar nuestras reacciones para ayudarnos a ser más conscientes y comenzar paso a paso el viaje hacia nuestro autodescubrimiento.

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